Después de la construcción de la Presa de La Almendra, en Salamanca, la nueva presa del Embalse de Santillana fue un auténtico hito de la ingeniería española.
De 40 metros de altura, recoge la totalidad del caudal del río Manzanares y permite acumular el doble de volumen de agua que la antigua presa, es decir, de 47,6 Hm3 que recogía la anterior a 91,2. Pero este hecho, más allá del aumento de la capacidad de abastecimiento que proporcionó, provocó la inundación de la antigua presa casi en su totalidad.
La primera presa del Embalse de Santillana, la que lo creó y le da su nombre, no solo fue una obra magna para los conocimientos de ingeniería de la época, sino que se concibió como un monumento artístico que, hoy en día, y a pesar de no poder verse por completo, sigue siendo todo un símbolo de nuestro municipio.
Desde el punto de vista técnico, fue una de las primeras presas en España que se concibió bajo el método de Sazilly, que mejoraba la mecánica racional utilizada hasta la fecha y resolvía perfectamente los cálculos necesarios para evitar el deslizamiento de los cimientos, aguantar las presiones y crear un perfil de las presas que llamó de igual resistencia. Es cierto que Sazilly concibió este método con muros de paramento escalonado, que facilitaban el cálculo de presión y resistencia, pero los ingenieros optaron por suavizar las formas de nuestra presa al modo que hizo Delocre en la Presa de Furens, en Goufre d’Enfer. Además, y para aumentar su resistencia al empuje del agua, levantaron sus muros en dos arcos con curvatura que cerraron en el centro con la torre de toma.
Más allá de estos aspectos técnicos, tan importantes para su época, destaca a simple vista la estética renacentista de esta obra que la transforma en monumento artístico y cultural, puesto que todo el complejo se diseñó para estar en consonancia con el Castillo Nuevo de los Mendoza, herencia y propiedad del mismo Duque.
Al igual que el castillo, la presa se realizó en mampostería de granito perfectamente labrado, sus muros fueron decorados y coronados con almenas al estilo de la barbacana, la puerta de la margen izquierda reproduce la puerta de entrada con los matacanes de la fortaleza y la torre de toma, además de reproducir esta misma puerta en su base, se alza de la misma manera que la torre ochavada del homenaje.
En su afán de reproducción, se respetaron las formas fortificadas, las saeteras, las cornisas de mocárabes en piedra, la coronación almenada e incluso los bolardos característicos del gótico isabelino tan propios de los siglos XV y XVI. Pero destaca especialmente la torre de toma en su parte más elevada, donde la galería cerrada se inspira en la misma que Juan Guas proyectó en el Castillo Nuevo, como ejemplo del gótico toledano que él mismo instauró en la Catedral de Toledo o en el Palacio del Infantado, en Guadalajara.
Finalmente, no podemos dejar de nombrar el escudo del linaje Mendoza que se presenta grabado en el centro de la torre principal, escudo que daba cuenta, a todo el que se acercase, del propietario del embalse y de su territorio.