La Pedriza del Manzanares

  • Permitidas mascotas
  • Adecuado para niños
  • Patrimonio natural

Un relieve único en la península ibérica

Granito por doquier, el berrocal gigante de formas caprichosas que, aunque parezca imposible, da cobijo a una enorme y maravillosa variedad de fauna y flora.

1930, 1985, 1992 y 2013 han sido los momentos culminantes en el proceso de protección de La Pedriza, desde su catalogación como Sitio Natural de Interés Nacional, su inclusión en el Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares, su declaración como Reserva de la Biosfera por la UNESCO, y su entrada en el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama.

Situada en la vertiente sur de la Sierra de Guadarrama, su composición mineral, junto con la erosión de la naturaleza, crean curiosas formas que componen un auténtico museo granítico donde El Yelmo es el rey indiscutible en fama.

Las Torres (2.029 m) son la máxima altitud de La Pedriza, y ninguno de sus riscos y peñas tiene igual en nuestra península.

Mucho más que granito

Su singularidad le otorga una importancia única, donde naturaleza y humanidad se desarrollan desde hace miles de años.

Antes de que los dinosaurios caminaran sobre la Tierra, La Pedriza se elevaba sobre un territorio que, el día de mañana, se llamaría Manzanares El Real.

Este inmenso batolito de 3.200 hectáreas nace en el período carbonífero, hace unos 300 millones de años. Aunque predomina su formación de leucogranito, también es característica la oxidación que le da tonos rojizos y la solidificación de rocas subvolcánicas en filones, que dan cuenta de su origen a través de grietas y diaclasas.

Gracias al agua y al viento, y a pesar de lo imponente de su formación, La Pedriza se moldea constantemente en planchas, taffonis, pilancones, berrocales, domos, bolos y crestas que, a lo largo de los siglos, han sido nombrados por sus moradores para hacerlos reconocibles y ubicables, como El Cáliz, El Indio, El Yelmo, El Pájaro, El Tolmo, El Canto Redondo, El Elefante, El Hueso, etc.

Aunque pueda parecer imposible por su carencia de suelo terroso, La Pedriza tiene una riquísima vegetación y fauna adaptadas a este medio, de forma muy específica, que aprovechan las grietas de las peñas para afianzar sus raíces, los huecos para resguardarse, los arroyos para beber y florecer, las praderas pedriceras para comer o expandirse en bosques arbustíferos, la humedad de las rocas para brotar, y las alturas para vigilar a sus presas.

En su recorrido crecen encinas, robles, fresnos, pinos, cipreses, jaras, enebros, tomillos, espliegos, helechos, musgos, hongos y setas de todo tipo; gracias a este paisaje viven mamíferos, aves, reptiles e insectos en perfecta armonía.

Todos sus recovecos tienen vida, desde el agujero más escondido hasta el trozo de tierra más pequeño, una simbiosis natural perfecta.

La Pedriza - acordeón 1

La Historia de la Humanidad en La Pedriza está constatada, por lo menos, desde la Edad del Bronce gracias a la multitud de yacimientos arqueológicos que nos dan fe de asentamientos humanos, tanto permanentes como estacionales, principalmente de la cultura carpetovetónica.

La singularidad de su entorno facilitó lugares de abrigo, defensa, caza mayor y menor, agua, material de construcción (granito), leña y lugares de pasto para ovejas y cabras, lo que hizo de esta zona un lugar de asentamiento constante que, después de las tribus célticas, también atrajo a romanos y visigodos. De hecho, esta riqueza fue la clave para que, a partir del siglo XIV, La Pedriza fuera uno de los lugares predilectos del rey Alfonso XI para practicar la caza mayor, como atestigua su Libro de La Montería.

Para los ya manzanariegos, desde la Edad Media, ha sido un lugar perfecto que ha brindado autonomía de abastecimiento y desarrollo de oficios tradicionales hasta hace pocos años, como la cantería, la fabricación del cisco o la miel, aunque La Pedriza ha visto mucho más de nuestra historia que nosotros mismos.

Después de la Guerra de Independencia, el bandolerismo proliferó por estas peñas y fueron muy conocidos Pablo Santos y Paco el Sastre, por ejemplo, entre los lugareños, dando lugar a multitud de leyendas como la de El Cancho de los Muertos, aunque La Pedriza tiene leyendas de épocas mucho más antiguas que fueron imaginadas, seguramente, a partir de una pizca de verdad y otra de asombro ante sus originales formaciones.

Nuestro batolito también vivió la Guerra Civil, y sobre todo la huida de los maquis por sus peñas, camino de Segovia, ayudados por los vecinos cabreros, como Adolfo Lucas Reguillón García, alias Severo Eubel de la Paz.

Actualmente, las costumbres han cambiado y nuestras necesidades también, por lo que La Pedriza es ahora, sobre todo, un resguardo de naturaleza que invita a la práctica de deportes de montaña. De hecho, aquí nace la escalada en el centro peninsular, se desarrolla el senderismo o las rutas en bicicleta, pero son prácticas masivas que degradan el terreno por muy duro que parezca. Podemos disfrutar de este paraje sin igual en nuestro ejercicio, pero nunca olvidemos respetar y cuidar este lugar tan especial.

La Pedriza - acordeón 2

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